Recostado a la vera de un sombrío, me acomodaba para presenciar el crepúsculo en su diario ritual. Los colores de la tarde se diluían, se rendían poco a ese azul plomizo que ya empezaba a tomar posesión del bosque nativo… Sobrecogido por los fantasmas que las luces y las sombras proyectaban en su lucha por seguir con vida, las nubes descendían para convertirse en mantos de neblina y tratar de calmar los ánimos entre víctima e invasor. En el cercano pastizal testarudas aristas y copos luminosos corrían y corrían esquivando a la noche que las perseguían hasta que ellas sin alientos y desfallecidas se dejaban oscurecer. Pero en medio de esta algarabía, la naturaleza aprovechaba para hacer de las suyas.
Diente de León 30x29 cms ©Juan Calle
Observando a contraluz las mariposas y las abejas que el pólen de las flores soltaban siguiendo un plan desconocido, en un fugaz instante un hermoso diente de león soltó su carga de semillas en un vaivén sensual, para que la oscura brisa las depositara en los campos de la vecindad. Y más allá. Conteniendo la respiración logré capturar el instante de este sagrado ritual. En este momento recordé que estaba en el crepúsculo de Navidad.
Hasta la Próxima,
Juan Calle
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