Como siempre son segundos que despliegan todo un festín visual. Hice varias tomas con pequeñas diferencias y otras desde ángulos diferentes. Intrigado por ese hueco de azul en el cielo que se resistía a morir, ya pensaba cuál sería el plan de trabajo en el laboratorio para hacer los ajustes necesarios según la escena que tenía en la cabeza. Estaba al borde de una carretera veredal. La mayoría es tráfico de bicicletas de los trabajadores de la región que regresan del trabajo. También circula uno que otro carro. Como sucede con este tipo de fenómenos, la tarde se fué oscureciendo en un santiamén. Y en esas pasó uno muy rápido. Solo vislumbré las luces traseras y la polvareda que dejó. Click, click, click. La intuición de fotógrafo me dijo que tenía algo interesante, así que en vista que se descargaba el aguacero, recogí mis cosas y volví a casa. Al ver los resultados finales, me acordé de la leyenda del Jinete sin Cabeza. La escena resultante de esta visión que con sus luces rojas en medio de la polvareda se dirigía a un lugar digno de una película de terror, me llevó a pensar en que bien podría existir
Hasta la Próxima,
Juan Calle
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